Como en una lectura de Bolelavsky cuando él le dice a su criatura, "no es suficiente querer al teatro cuando él no te quiere a ti"; esa frase me hace pensar en el periodo que se vive en la Compañía, muchos de nosotros queremos un esquema teatral fuerte, una temporada multitudinaria, que el público se apasione por lo que hacemos, lograr la mejor interpretación del personaje, que el arte sostenga mi vida económica... ¿es posible que sólo por ser artista esto me sea entregado?
Podría yo pensar que el tiempo que le he invertido al concepto artístico del cual hago parte se ha convertido en la garantía para ser yo sujeto vitalicio de la obra del artista; cuando la obra del artista debe ser arte en la medida en la que se eleva, pero cuando se vuelve terrena, cuando se humaniza, cuando por virtud de mi tiempo la obra toma mis ojos y abandona los suyos es entonces cuando el arte no se encuentra ni en mí, ni el arte que digo expresar.
Mantener viva la llama de la reflexión artística es mantener una constante crítica con el quehacer escénico; porque si mi talento y mis capacidades de ser artista son tan variables como una veleta en el viento; si lo orgánico que citan los teóricos está presente y no lo puedo evitar sólo a la luz de un exigente plan de autoevalución podría permanecer en el tiempo y podría con esfuerzo y exigencia mantenerme vigente en los ojos de quien me ve.
Entonces no es sólo suficiente con querer, el verdadero artista debe luchar día a día por mantener viva la llama del arte en su vida... ¿cuántas horas al día le dedica a su sueño artístico?, sea cual sea ese sueño... sólo planteándose esa pregunta así tendrá la respuesta de a dónde va a llegar.